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Lo que crees es lo que creas

    No te voy a llevar la contraria.

    Si tú lo crees, allá tú.

    Pero me gustaría recordarte la famosa frase de Henry Ford, que seguro que has escuchado.

     

    «Tanto si crees que puedes, como si no, estás en lo cierto».

    Lo que te dices a ti misma, es lo que te acabas por creer.

    Sea cierto o no.

    Y es cuando se forman (valga la redundancia), las creencias.

     

    Por norma general, aparecen en nuestra infancia y nos acompañan durante el tiempo que tu lo permitas.

    Cuando te das cuenta de que lo puedes cambiar, es cuando puedes dejar de etiquetarte de esa forma, que en realidad no te gusta.

    Pero que fue con lo que creciste.

     

    Te cuento lo que un curso de finanzas me enseño:

    Yo he sido más de letras.

    Con los números siempre me llevé mal. Lo asocio a complicado y aburrido.

    Aunque opino que es importante saber de todo un poco, más si se trata de tu futuro. Por eso me apunté al curso.

    Al principio no entendía nada de los conceptos que ahí se explicaban. Que si blockchain, mundo Defi, criptomonedas, metamask, ledger, protocólo Anchor, etc.

    Poco a poco fui descifrando esas palabras. Y llegó el día en que había que poner en práctica la teoría.

     

    El miedo a hacerlo mal, provocó en mí un estado de nervios que se vio somatizado en mi estómago.

    Parecía como si me hubiera montado en el barco que va de Algeciras a Tanger sin pastilla para el mareo.

    Además de las ganas de devolver, mi corazón iba a cien, la cabeza me daba vueltas y un calor del desierto se empezaba a apoderar de mí.

    Pero lo peor no son los síntomas reflejados en el cuerpo, sino lo que te empiezas a decir.

    Un pequeño demonio rojo encima de mi hombro arrimado a mi oreja hacía que por momentos me creyera cada vez más inútil…

     

    ¿Entonces, cómo salir de esa situación tormentosa?

    Te voy a contar lo que yo hago, (Que no tiene porque funcionarte).

    Pero como suele decirse: «Cada maestrillo tiene su librillo».

    Y cuando empiezas a conocerte más, intuyes mejor cómo salir de una situación de angustia cuando te haga falta.

    No siempre me doy cuenta, pero cuando soy consciente de que entro en ese estado de negatividad, lo pongo en práctica y hago lo siguiente:

     

    – Inhalo hondo

    – Bebo agua

    -Pienso qué paso siguiente puedo dar que me dé tranquilidad.

     

    El respirar y beber le dice a tu cerebro que no está en peligro, sino todo lo contrario.

    Es lo que usan incluso algunos artistas antes de salir al escenario.

    Sin embargo, cuando tu cerebro detecta que algo va mal, tu respiración y corazón se acelera. Tu cuerpo se prepara para huir o luchar.

     

    Al rato de comenzar mi ritual, todo empezó a regresar a la calma.

    El barco ya no se movía de forma agitada dentro de mí.

    Y pude ver con más claridad que haciendo las cosas despacio no tenía por qué equivocarme en las operaciones que estaba intentando realizar.

     

    La visualización positiva también me ayuda.

    Imaginar que algo te va a salir bien.

    Aunque nuestro cerebro intente sabotearnos haciendo justo lo contrario…

    Todo tipo de catástrofes ocurren dentro de él.

     

    Siguen sin gustarme las matemáticas. Pero también soy capaz de hacer cosas relacionadas si me lo propongo.

    Nadie nace sabiendo.

    Aunque creas lo contrario.

    Solo estás viendo a la persona que lo logró.

    Pero desconoces cuánto le ha costado llegar ahí.

    Vemos la victoria, no el camino.

    Todos podemos llegar a donde queramos.

    No como frase motivadora. Hay que ser también consciente de nuestros límites.

    Pero a veces ni siquiera nos acercamos a la frontera de nuestra propia zona de confort.

     

    ¿ Sabes cómo enfrentarte a tus demonios?

    La próxima vez que te agobies por algo, escucha tu cuerpo.

    Intenta trazar de forma calmada ese mapa que te puede llegar al tesoro de ti misma.

    Conocerte más para ser autosuficiente y salir airosa en momentos de estrés, o conflictos.

    Y sobre todo no dar por hecho tus etiquetas del pasado. 

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