¿El buzón funciona?
-Sí, echa sin miedo la carta que llegará a su destinatario. Me dice riendo y con sorpresa, el cartero.
En efecto, la postal la recibió mi amigo que las colecciona.
Pero lo pregunté porque no sabía si ese buzón amarillo con pinta vintage estaba en desuso, y había que ir a la oficina de Correos.
A veces es increíble las cosas de las que llegamos a dudar. Por muy evidentes que nos parezcan…
¿Una cabina de teléfono aún en tu barrio?
Descuelga y verás como suena el pitido de comunicación al otro lado. Y si echas una moneda, marcas el número, incluso puedes hablar.
Por el contrario, otras veces pensamos que funcionan cosas a través de nuestras creencias.
Lo que nos han enseñado en la infancia.
Por ejemplo rezar.
Luego de adulta puedes seguir haciéndolo o no.
Es tu decisión, pero ya con tu propio criterio, y no los de tus padres, o alguna abuela beata de la familia.
Otra creencia puede ser, el que supongas que por no haber sabido saltar el potro en tu infancia, y no te gustará la clase de gimnasia, sería casi imposible que subieras a una de las montañas más altas de Islandia.
¿Pues sabes qué?
Esta era yo.
La que tenía pánico al potro, y a la que no le gustaba dar vueltas al patio sin ton ni son, pero decidió ir un verano de trekking.
Las creencias se pueden derribar si una se las cuestiona, y hace justo lo contrario de lo que se le inculcó.
¿Te dijeron que eres rara?
¿Qué no valías para estudiar?
¿Que no soñaras con esa persona, o con ese puesto de trabajo difícil de alcanzar?
Créetelo y les darás la razón.
Pero si quieres tomar otros caminos también es posible…
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